LUCÍA DEL MONTÉS: CYBORG Y MADRE DEL "CHICO ROBOT"
Hace 8 años tuvo un accidente automovilístico y despertó, después de un coma, con un chip en la cabeza y sin su bebé
Hace 8 años tuvo un accidente automovilístico y despertó, después de un coma, con un chip en la cabeza y sin su bebé
Todos conocemos la historia de Oliver (9), el niño humano criado por los robots anfitriones del parque de Delos Incorporated que suscitó distintos debates en los últimos meses. Recientemente el foco de
atención
se desvió hacia la madre del pequeño. Lucia, una mujer de 30 años, fotógrafa y
escritora, amante de la aventura y, como muchos, en la búsqueda de la verdadera
naturaleza de su existencia. Ocho años atrás, su vida daría un
giro de 180 grados al sufrir un accidente automovilístico. Cosas del destino, como
se suele decir, fue trasladada y atendida al hospital donde Kyle Marshall, el
célebre programador contratado por Delos e hijo de Arnold Weber, uno de los
ideólogos del parque Westworld, determinó utilizarla para su objetivo de destruir el parque. Su plan necesitaba de un humano que sufriera las vivencias androides y que pudiera denunciar al mundo de lo que era capaz Delos. Así, fue despojada del fruto de su vientre y se le implantó un chip que guardaba la memoria de uno de los androides descartados de Westworld,
convirtiéndola en una mujer cyborg. “Nunca entendí bien porqué decidí entrar al
parque, fue casi como una manipulación mental”, relata en un post en su cuenta
de Instagram. Allí
pudo más que ser ella misma, pudo descubrir quién era realmente, aceptar esta
nueva versión de sí, que tal vez estaba destinada a ser desde un principio.
Recuperó la memoria de su hijo y descubrió que la habían convertido en una
mujer de conciencia híbrida. Su realidad y concepción de sí misma cambió al conocer a Oliver, de quien fue alejada mental y físicamente para formar parte del experimento de Marshall: “Toda mi vida me definí como humana, aunque
siempre tuve preguntas sobre quién soy. Conocer mi condición híbrida hizo que
necesitara negar la parte robótica de mi cerebro (…) Pero en el momento en el
que Oliver pidió quedarse en el Parque porque ese es su lugar y el se siente
robot aunque su naturaleza es humana, hizo que pensara en que la “humanidad” de
todos es construida y que la mía estaría definida por las ganas de generar un
vínculo con él, con mi hijo. Y que si él quiere ser quien siente ser, lo
acompañaré intentando entender quien soy yo”.
Su hijo, quien decidió no
responder al llamado de su verdadera naturaleza e identidad humana,
nos lleva a plantear un debate inconcluso aun hoy sobre la
conciencia y preguntarnos si es solo un fenómeno biológico o
bien, un híbrido que enlaza lo biológico y lo cultural.